​Se están muriendo los americanos blancos

marzo 28, 2017
Los suicidios y las muertes por sobredosis de drogas y por alcoholismo aumentaron dramáticamente.
​Fuente: Moisés Naim. EL TIEMPO.​

En Estados Unidos, los hombres blancos de mediana edad y con menos educación se están muriendo a un ritmo inusitado. De hecho, su tasa de mortalidad es mayor que la de los hispanos o los negros de su misma edad y de su mismo nivel educativo. La mortalidad de los blancos menos educados es también mucho más alta ahora de lo que había sido hasta comienzos de este siglo.

Este es un fenómeno exclusivamente estadounidense. En otros países desarrollados esto no sucede. Esta es una de las conclusiones de un importante estudio que acaban de presentar en Washington el premio nobel de economía Angus Deaton y Anne Case, una destacada economista de la universidad de Princeton (y esposa de Deaton). Ya en el 2015, estos dos economistas habían causado un revuelo con un estudio que por primera vez documentaba la trágica situación que estaba diezmando a los hombres blancos de EE. UU. que solo habían llegado a la escuela secundaria. Revelaron, por ejemplo, que mientras en 1999 las tasas de mortalidad de las personas de raza blanca sin estudios universitarios eran 30 por ciento más bajas que las de los negros de su misma edad y nivel educativo, la mortalidad de los blancos fue aumentando rápidamente y para el 2015 ya era 30 por ciento más alta que la de los afroamericanos.

Estos cambios en EE. UU. revierten décadas de progreso en las cuales las tasas de mortalidad habían venido cayendo sistemáticamente en todos los países y en todas las categorías demográficas. Durante el siglo pasado, y aún hoy, la mortalidad a nivel mundial ha venido declinando al 2 por ciento cada año.

Pero los estadounidenses blancos sin mucha preparación académica son la excepción. En vez de aumentar sus años de vida los disminuyeron.

¿Qué pasó? Pues que, en este grupo, los suicidios y las muertes por sobredosis de drogas y por alcoholismo aumentaron dramáticamente. El cáncer y las enfermedades cardiacas también se agudizaron, así como la obesidad. Desde el 2000, las muertes por estas causas entre los hombres blancos, no-hispanos, entre los 50 y 54 años de edad se duplicaron. Y para el 2015 morían a una tasa dos veces mayor que la de las mujeres blancas con las mismas características (y cuatro veces más que la de los hombres blancos que fueron a la universidad).

Una explicación común para esta tragedia es el desempleo y la pérdida de ingresos que afectó duramente a este grupo de trabajadores. La globalización y la automatización de la producción que hicieron desaparecer los puestos de trabajo antes ocupados por estas personas también son una explicación común.

Deaton y Case no dudan de que el desempleo y la consecuente caída en los ingresos son factores importantes. Pero, según ellos, no son suficiente explicación y mantienen que la mayor mortalidad de los blancos en EE. UU. tiene “causas más profundas”.

Y tiene que haberlas, porque si no ¿cómo explicar que los trabajadores hispanos y negros que también sufrieron el desempleo y la caída de sus ingresos aumentaron su longevidad? Y ¿por qué entre los trabajadores europeos que fueron víctimas de los fuertes embates de la gran recesión del 2008 y las políticas de austeridad no se ven las letales tendencias que afectan a los trabajadores estadounidenses de raza blanca? En contraste con Estados Unidos, en Europa la longevidad de quienes tienen menos años de estudio (y menos ingresos) ha seguido subiendo –y a más velocidad que la de los europeos con mayor nivel educativo–.

Según los dos economistas, las causas más profundas de este fenómeno tienen que ver con lo que ellos llaman ‘desventajas acumulativas’. Estas son condiciones debilitantes y hábitos disfuncionales que este grupo humano fue acumulando durante toda su vida como reacción a profundos cambios económicos y sociales. Con frecuencia comenzó con el abandono de los estudios secundarios y la entrada temprana al mercado de trabajo en épocas en las cuales había empleos abundantes y salarios atractivos. Pero esta “bonanza laboral” se fue extinguiendo y otros cambios en la sociedad –el rol de las mujeres, el aumento de los divorcios y la fragmentación familiar, la movilidad geográfica– les hicieron la vida más difícil a los hombres blancos. Y los hizo más vulnerables a lo que Deaton y Case describen como “muertes por desesperanza”.

Esta desesperanza causa gran sufrimiento. En EE. UU. la mitad de los hombres desempleados toman medicinas contra el dolor y dos tercios consume opioides. El abuso de estas drogas se ha convertido en una gravísima epidemia. En el 2015 más estadounidenses fallecieron por sobredosis de drogas que por armas de fuego y accidentes de tránsito. ¿La abrumadora mayoría de las víctimas? Hombres blancos.

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