SIEMBRA

diciembre 14, 2018

 

Fuente: www.primerahora.com.

Jóvenes le dan la batalla a las adicciones a través de la siembra.

Ellos transformaron su desierto en un cultivo de esperanza, luego de sobrevivir la crueldad de las calles por donde deambulaban. Son vidas que por mucho tiempo se perdieron entre la nada, y ahora miran al cielo labrando un nuevo mañana.

Así se reescribe la historia de José Alberto Sánchez Valdés, Luis Cruz González y Roberto Rivera, quienes durante años batallaron contra la dureza de vivir sin hogar a causa de sus respectivas adicciones.

Pero un buen día surgió la oportunidad de cambiar el rumbo, a través del Programa de Vivienda Permanente con Servicios de Apoyo y Servicios Agrícolas del Centro de Deambulantes Cristo Pobre.

El proyecto experimental está ubicado en el barrio Real Anón de Ponce, donde varios participantes se ganan el sustento mediante la siembra de aguacates, berenjena, tomates, gandules, plátanos, calabazas, cilantrillo, pimientos y otros frutos que se venden a restaurantes y comercios cercanos.

“Este proyecto comenzó a operar en septiembre de 2016, después de haber pasado un proceso de lucha que duró siete años porque la comunidad se oponía al desarrollo del programa. Pero luego de múltiples vicisitudes se ha materializado y actualmente estamos en la etapa de siembra, cultivo, cosecha y recogido, o sea que ya estamos recibiendo ventajas económicas”, aseguró Juan de Dios Videau Soler, director del Centro Cristo Pobre.

“Ya está rindiendo frutos lo que tanto soñamos y esto nos ayuda a reubicar a los participantes que son personas sin hogar, donde han estado muchos años envueltos en el uso y abuso de las drogas y el alcohol. Sin embargo, le damos la alternativa de además de tener una vivienda, también poder reinsertarse en la sociedad trabajando”, agregó Videau Soler.

Allí reside una decena de hombres, los cuales cuentan con su propia habitación y comparten baños y espacios comunes como la cocina, biblioteca virtual, entre otras facilidades que tiene la estructura de dos niveles. Esto, mediante fondos para servicios de apoyo de Home Urban Development (HUD).

“De los 10 hemos identificado fondos para que cuatro de ellos estén trabajando, uno estaba por el Programa del Instituto Socioeconómico Comunitario y los otros, hemos reducido el presupuesto de algunas partidas para poder pagar el salario a los tres que actualmente están trabajando la tierra”, dijo el director de Cristo Pobre al destacar que también cuentan con gallinas ponedoras.

“Así ellos tienen un ingreso por trabajar cuatro horas al día, además de los cupones (PAN), pero algo es más que nada, porque no tienen que pagar por la vivienda. Además, tienen servicios de apoyo, servicios médicos aquí mismo para poder mantenerse libre de drogas y alcohol, y aquí pueden vivir hasta que quieran”, destacó.

Según Videau, los participantes fueron escogidos a través de un sistema de información que existe en Puerto Rico para las personas sin hogar.

Actualmente brinda techo a gente de Ponce, Juana Díaz, Guayama y San Juan.

“Nuestro objetivo es conseguir fondos para poder tener a nueve de ellos trabajando, porque hay uno de ellos que por condiciones de salud no puede. Porque cuando esta siembra comience a producir los necesitaremos a los nueve y a otros voluntarios”, destacó Videau Soler.

Para el juanadino Luis Cruz González, la oportunidad de trabajar en la siembra le ha permitido reencontrar el camino, luego de deambular durante dos años a causa de su divorcio. Por esa situación, Cruz González cayó preso del alcoholismo.

“Fue bien fuerte, porque no es lo mismo estar en un hogar donde puedo decir que me voy a acostar a cierta hora, pero si uno tiene fuerza de voluntad puede salir adelante y esto aquí es bien bueno. Ahora puedo ver a mi familia, a mi mamá que tiene como 93 años”, confesó Cruz González quien aprendió de agricultura con su padre.

“Yo le doy gracias a Dios porque he podido salir adelante, me gradué de Automeca con honores como técnico diesel y me gustaría seguir estudiando y trabajando en la agricultura”, admitió el juanadino de 59 años.

Mientras que José Alberto Sánchez Valdés, aseguró que su vida dio un giro completo desde que llegó al programa hace más de dos años.

El hombre, de 58 años, estuvo viviendo en las calles de Guayama y Ponce, a causa de una adicción a drogas que inició a los 21 años.

“Estuve metiéndome drogas como 35 años, pero mis padres me guardaban chavos para que comprara la droga para que no le hiciera maldades a nadie, y estuve preso, salí en el 2008. Pero cuando murió mi mamá me fui para la calle, bien al garete, estuve en varios programas hasta que ellos (Cristo Pobre) me ayudaron”, reveló Sánchez Valdés, natural de la Ciudad Bruja.

“Aquí mi vida ha cambiado mucho, gracias a Dios, porque antes ni llamaba a mis hermanas, ahora las llamo, de vez en cuando ellos me llevan a Guayama y las visito. He logrado salir del vicio, gracias a Dios y me siento bien aquí”, resaltó José Alberto quien está ahorrando para comprarse un vehículo y así visitar a su familia.

De igual manera, Roberto Rodríguez dijo que se siente “bendecido”, a pesar de la dureza que le tocó vivir. Esto también por la drogadicción.

“Estuve muchos años en la calle por el abuso de sustancias, y en algún momento se me presentó esta oportunidad, cogí un detox y vine para acá. Entonces, empecé el proceso de reubicación y ahora estoy aprovechando esto en lo que se pueda, teniendo una vida totalmente diferente”, acotó Rodríguez, oriundo de San Juan.

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