CÓMO LAS DROGAS ANULAN LAS CAPACIDADES HUMANAS

septiembre 12, 2017
Puede comenzar como un juego, un desafío entre amigos o bandas, o simplemente una experiencia traumática que lleva a la depresión. 
​Caer en una adicción trae consecuencias muy negativas en el organismo. Y por sobre todo, en su órgano más importante: el cerebro.
Cualquier adicción puede convertirse en un peligroso enemigo. Ninguna persona está exenta. Sin embargo, no todos se convertirán en adictos. ¿Qué es la adicción?
Se considera que una persona es adicta cuando se desarrolla una dependencia psicológica, es decir, una conducta repetitiva y compulsiva con respecto al uso de una sustancia. Coexisten la dependencia psicológica y física –que es la respuesta del cuerpo ante esa sustancia-.
En sí, la definición de adicción aplica a la compulsión y repetición del uso de alcohol, nicotina, drogas opiáceas como la heroína, también la cocaína y otros estimulantes. Pero, ¿qué hay del juego, el sexo y hasta los videojuegos e incluso Internet? Mucha gente se embarca en estas conductas hasta el punto de convertirlas en algo peligroso para ellos mismos –y sus familias­.
Los científicos han desarrollado en los últimos años estudios detallados de cómo la adicción interrumpe las vías y los procesos que subyacen al deseo, la formación de hábitos, el placer, el aprendizaje, la regulación emocional y la cognición, después de pasar décadas investigando los cerebros de animales de laboratorio amantes de la droga y escaneando el cerebro de voluntarios humanos.
La adicción causa cientos de cambios en la anatomía del cerebro, la química y la señalización de célula a célula, incluso en las brechas entre las neuronas llamadas sinapsis, que son la maquinaria molecular para el aprendizaje. Aprovechando la maravillosa plasticidad del cerebro, la adicción remodela circuitos neuronales para asignar valor supremo a la cocaína o a la heroína a expensas de otros intereses como la salud, el trabajo, la familia o la vida misma.
El doctor Gabriel Persi, jefe del Área de Enfermedades Cerebrovasculares del Instituto de Neurociencias Buenos Aires (Ineba), explicó a Infobae cómo opera la adicción en el cerebro de una persona, más allá de que sea una droga dura, blanda, el alcohol o el cigarrillo.
«Hay un efecto del sistema de recompensa, donde el paciente obtiene un beneficio por el uso de la sustancia. Luego eso se vuelve indispensable y necesario para vivir. A esa conducta, se le agregan otros fenómenos adversos que se combinan por efecto de la droga. Todo esto se establece también en un ambiente social que es parte del problema. El entorno social acompaña el deterioro de la persona. Ese entorno te lleva a la droga o la droga al entorno. Es una relación directa, en donde no se puede separar el medio social», precisó Persi.
El doctor Salvador Guinjoan, jefe del Servicio de Psiquiatría de la Fundación Fleni también apuntó cuál es el primer cambio notorio de una persona adicta: los circuitos cerebrales de recompensa.
«Se la llama neurotransmisión dopaminérgica y consiste en que la droga va sustituyendo las recompensas naturales del organismo, como pueden ser la comida o las relaciones sexuales. La droga, el cigarrillo o el alcohol puentean las funciones y utilizan el mismo mecanismo para hallar una sensación de placer en el cuerpo», señaló Guinjoan y remarcó que «las personas que desarrollan una adicción, van desarrollando el concepto de tolerancia en su organismo, por lo que van a necesitar cada vez más droga o el cambio a otra más fuerte, ya que el efecto de una cantidad pautada o tipo de estupefaciente ya probado, no va a a alcanzar para llegar al placer».
La doctora Magdalena Boano, médica especialista en Psiquiatría de Ineco coincidió con Guinjoan al destacar que la mayoría de drogas que producen adicción afectan el cerebro incrementando la neurotransmisión dopaminérgica en el circuito de recompensa del cerebro.
«La dopamina es un neurotransmisor que se encuentra en ciertas áreas del cerebro vinculadas con el movimiento, la motivación y la sensación de gratificación entre otras funciones», afirmó Boano a Infobae.
Y agregó: «El circuito de recompensa involucra diferentes áreas cerebrales. Cuando se activa este circuito se refuerzan actividades que nos resultan gratificantes y de esta manera se seleccionan ciertos comportamientos frente a otros. El consumo de algunas sustancias produce una liberación de dopamina que puede ser mucho mayor y su efecto más duradero que el que producen algunas conductas que usualmente producen placer como por ejemplo comer, escuchar música y la actividad sexual. De esta manera, se sobreestimula el circuito de recompensa a través de una liberación incrementada de Dopamina «enseñando» al cerebro a repetir esta conducta y motivando a la persona a continuar consumiendo».
Por su parte, Perci alertó sobre los adictos a más de una droga: «Tiene serias implicancias en la salud del organismo. Muchas drogas como la cocaína, la ketamina o el éxtasis, tienen fenómenos activos en diferentes áreas, como por ejemplo la cerebrovascular. Pueden causar hermorragias en el cerebro, arritmias cardíacas, Fibrilación Auricular (FA), aumento la coagulación de la sangre, espasmos en las arterias, e incidentes de isquemia».
«Habrá fenómenos hepáticos y cardiovasculares a causa del consumo excesivo de alcohol. Y en el caso de la marihuana, afectará los receptores de consumo de alimentos, provocando el poco apetito y problemas de concepto anímico, como la depresión», agregó su colega Guinjoan.
En tanto, Boano precisó que la exposición a drogas prolongada en el tiempo puede afectar estructuras cerebrales de manera que la persona que padece una adicción puede experimentar deseos de consumir incluso mucho tiempo después de haber abandonado el consumo.
«Asimismo el consumo repetido y prolongado en el tiempo puede afectar circuitos que intervienen con la capacidad de inhibir conductas vinculadas al consumo de drogas como así también áreas cerebrales relacionadas con la toma de decisiones en la corteza frontal», indicó la especialista.
Patrones de comportamiento
«Las personas que consumen drogas tienen un patrón de comportamiento muy variado. Desde acciones sutiles, que tal vez no son perceptibles, hasta situaciones marcadas que muestran un deterioro evidente. Respuestas a veces retraídas o por el contrario, más extrovertidas y hasta violentas. Depende del tipo de droga que se consume y también de la personalidad del individuo», señaló Persi.
Según el especialista, estos cambios de conducta comienzan a generar un deterioro a las relaciones sociales de esas personas. De repente tienen problemas de pareja o con la familia. Tienen conflictos en la escuela, colegio o hasta laborales de más grande. Y cambian los vínculos afectivos. Cambia su entorno y todo se deteriora.
Guinjoan puntualizó los casos de los adictos que pasan de una droga a otra, como por ejemplo los que consumen marihuana y luego saltan a la cocaína. «Eso lo llamamos problema médico. La persona que una vez comienza a consumir y no puede parar, está genéticamente determinada a tener ese comportamiento, a diferencia del que sí puede detenerse y no pasar a otras drogas más duras. En el primer caso se trata de personas con genes diferentes, con diferentes tipos de receptores químicos y respuestas neuronales», agregó el experto de Fleni.
Los circuitos del placer
La adicción está atribuida a características personales, como puede ser una baja de moral, una química diferente en el cerebro, enfermedades mentales o traumas. O simplemente contar con las amistades equivocadas.
Los mecanismos neuronales a través de los cuales las drogas actúan están presentes en todos los cerebros y son tan poderosos porque movilizan funciones básicas que están designadas para garantizar la supervivencia de la especie.
Si bien hay drogas más adictivas que otras, en experimentos con ratones por ejemplo se percibe la cocaína como una de las más peligrosas, hay otras como la nicotina o el alcohol que las personas ignoran sobre sus peligros. Si se juzgara la droga más adictiva de acuerdo con el mayor número de personas que tienen dificultades para dejarla, la nicotina sería la ganadora.
La cocaína, alcohol, cannabinoides o nicotina pueden compararse con la comida o el sexo. Esto explica por qué la cocaína o la heroína produce un rush –esa fiebre­ de puro placer que muchos usuarios comparan con tener un orgasmo. Y esto es igual en cualquier cerebro, es por eso que se vuelve fácil entender por qué la adicción es cada vez más frecuente en la sociedad.
Cuando a un adicto se les muestra una imagen de la sustancia que consume, como la cocaína por ejemplo, y se monitorea su actividad cerebral, reportará un anhelo por esa droga y al mismo tiempo, el cerebro activará un sistema de recompensa.
Los cambios en el cerebro
Hay personas que consumen alcohol o hasta cocaína ocasionalmente en una fiesta. Sin embargo, para muchos individuos, esa primera experiencia puede convertirse en un uso continuo. Por ejemplo, mientras que el 50 por ciento de la población adulta de Estados Unidos toma alcohol de vez en cuando; sólo un 10 por ciento lo hará de manera frecuente y un 5 por ciento ya es considerada adicta.
Algo pasa claramente para llegar a ese extremo. Los adictos describen ese cambio en el cerebro como la transformación de un pepino a un pickle: «ya no se puede volver atrás».
Muchos científicos creen que ese cambio gradual ocurre en el sistema de recompensa del cerebro y a cómo se adapta ante la continua presencia de la droga. Esto es fácil de comprender: con una estimulación diaria de una droga adictiva el sistema de recompensa espera este estímulo artificial. Cuando una persona lo corta de manera abrupta, este sistema se apaga. Hay un cambio bioquímico en el cerebro de un adicto.
«Las adicciones son una enfermedad médica que requiere soluciones médicas. No son un problema psicológico o moral. Con una raíz neurobiológica», concluyó el doctor Guinjoan.
El daño que la marihuana produce en el cerebro
La marihuana, más específicamente uno de los múltiples componentes que se encuentran en la planta de Cannabis Sativa, el THC (delta-9- tetrahidrocannabinol) puede producir efectos a corto y a largo plazo.
«A corto plazo, en el contexto de intoxicación, el THC a través de su efecto en el hipocampo y la corteza orbitofrontal deteriora la memoria de corto plazo afectando la capacidad de aprender y retener información nueva. Por otro lado, disminuye la atención, interfiere con la capacidad de toma de decisiones y por su efecto en el cerebelo y en los ganglios basales , interfiere con la coordinación motora. De esta manera afecta la habilidad de conducir e incrementa la posibilidad de accidentes automovilísticos. Asimismo, puede producir alteraciones del sueño, precipitar crisis de pánico como así también síntomas psicóticos», explicó la doctora Boano.
«Si bien es dificultoso obtener resultados definitivos acerca de relaciones causales entre consumo de marihuana y efectos a largo plazo, los investigadores coinciden en señalar que el mayor impacto en este período sucede en los adolescentes y jóvenes ­población especialmente vulnerable­ ya que en este grupo etario el cerebro continúa desarrollándose y creando nuevas conexiones. A largo plazo el consumo repetido de THC puede producir dependencia o adicción, a través de la activación del circuito de recompensa por liberación incrementada de dopamina», agregó la experta.
Y citó un estudio del año 2012 realizado en Nueva Zelanda en donde se observó que las personas que empezaron a fumar marihuana en forma habitual durante la adolescencia y que tenían una dependencia al cannabis, perdieron un promedio de ocho puntos de coeficiente intelectual entre los 13 y los 38 años de edad.
«Las capacidades mentales perdidas no se restauraron completamente en aquellas personas que dejaron de fumar marihuana en la edad adulta. Por otro lado se ha vinculado el uso persiste de marihuana con un riesgo incrementado de psicosis en personas con vulnerabilidad genética. Y también han sido descriptos efectos respiratorios como por ejemplo mayor probabilidad de padecer cuadros infecciosos como bronquitis crónica», alertó Boano.
Adicción desde el nacimiento
En julio último, fue noticia la internación de una beba de once meses con un cuadro agudo de intoxicación por cocaína y éxtasis en un sanatorio de Punta del Este, lo que alertó a la sociedad sobre los peligros respecto a la ingesta de drogas en bebés e inclusive fetos.
Los exámenes de laboratorio efectuados a la criatura confirmaron la intoxicación por cocaína, anfetaminas, éxtasis y metanfetaminas a través de la leche materna.
La doctora Geraldine Peronace, médica psiquiatra experta en adicciones, explicó a Infobae los efectos nocivos que pueden causar las drogas en el cuerpo de un bebé de once meses, como en este caso.
«La droga que llega a un bebé a través de la leche materna afecta en forma muy notoria el desarrollo y crecimiento. Se trata de una época en plena ebullición celular donde las neuronas en el cerebro y las células en los diferentes órganos se están reproduciendo en forma masiva, por lo que la toxicidad de una o más drogas es un peligro notorio para su vida», explicó la especialista.
«Cada cuerpo reacciona de una manera muy distinta al consumo de drogas. Va a depender de la vulnerabilidad biológica de cada ser humano y de la cantidad de toxicidad acumulada en su cuerpo. A algunos el éxtasis los hace bailar más fuerte y a otros directamente los mata», graficó Peronace.
En el caso de la beba, la experta afirmó que a través del alimento esencial que es la leche materna, los tóxicos de una droga, alcohol o tabaco pasan a la menor. «En el caso de cocaína o anfetaminas, hay que tener cuidado en los órganos blanco: el corazón, el cerebro y el riñón. Además, la cocaína genera necrosis en las arterias, por lo que se generan pequeñas isquemias que van matando de a pedacitos el conducto y puede generar un infarto», agregó Peronece.
Laura Tamame, de la Asociación Argentina de Puericultura, explicó que la droga en el cuerpo de la menor va a provocar mayores daños que a un adulto.
«Nacemos muy indefensos. Y allí es cuando el cerebro y el resto de los órganos comienzan a desarrollarse. La droga detiene el crecimiento normal de la criatura. El alcohol, el tabaco y todas las drogas prohibidas, generan reacciones y adicción. Todas en su diferente medida», indicó Tamame.
Y agregó: «El daño que genera la droga afecta también al sistema nervioso central, alterando también su crecimiento y atentando contra su vida». Las drogas pueden estar más de 60 horas en el cuerpo, ya que los bebés las eliminan más tardíamente. Y mientras las tienen en el cuerpo, le generan un mal.
El rol de la dopamina
La dopamina –un neurotransmisor que está presente en diversas áreas del cerebro­ es la que anticipa que vendrá una recompensa, según describen los científicos.
En un experimento desarrollado en Canadá, estudiaron a una rata macho cómo se comportaba cuando le presentaban a una compañera hembra. El receptor sexual de su compañera generó un alto nivel de dopamina y fue exactamente igual al que tendría si le suministraran alguna droga.
Disfrutar ese rush de placer de una droga es sólo una parte de la adicción. Para los adictos hay un lado oscuro también como el yin y el yang. Los síntomas de la «retirada» de ese placer son diferentes según cada sustancia.
Por ejemplo, la disminución de una droga opiácea causa síntomas de enfermedad como si fuera un resfrío. En general, los consumidores de drogas tienen como una especie de resfrío, sudores, nariz húmeda, diarrea y en general se sienten doloridos. Un alcohólico, por ejemplo, se sentirá inquieto y ansioso. Sin embargo subyace a todos los adictos esa sensación de «retirada» que es como una marcha atrás de todo el placer que puede llegar acompañado por un fuerte deseo de volver a consumir.
Y así empieza. Tratando de evitar esos sentimientos desagradables de la retirada y así, satisfacer el deseo de un nuevo consumo.
Nuevos tratamientos para frenar adicciones
En la última edición de la revista National Geographic, se detaca la utilización de ondas electromagnéticas para tratar la adicción a las drogas.
Luigi Gallimberti, un psiquiatra y toxicólogo que ha tratado la adicción durante 30 años, dirige una clínica en Padua donde probó una nueva técnica, llamada estimulación magnética transcraneal (TMS). Frustrado por los tratamientos tradicionales, el experto buscó avances en la ciencia de la adicción. «Los medicamentos pueden ayudar a las personas a dejar de beber, fumar o usar heroína, pero la recaída es común y no hay un remedio médico efectivo para la adicción a estimulantes como la cocaína. Es muy, muy difícil tratar a estos pacientes», indicó.
Gallimberti estaba fascinado cuando leyó un artículo periodístico sobre experimentos en la Universidad de California, en San Francisco, donde habían medido la actividad eléctrica en las neuronas de las ratas que buscaban cocaína y descubrieron que una región del cerebro involucrada en la conducta inhibidora era anormalmente silenciosa.
Utilizando la optogenética, que combina la fibra óptica y la ingeniería genética para manipular los cerebros de los animales con una velocidad y una precisión inimaginables, los investigadores activaron estas células apáticas en las ratas, lo que provocó la desaparición del interés en la cocaína. Los investigadores sugirieron que estimular la región del cerebro humano responsable de inhibir el comportamiento, en la corteza prefrontal, podría frenar la insaciable necesidad de un adicto de consumir.
Gallimberti pensó que el tratamiento basado en TMS podría ofrecer una manera práctica de hacerlo. «Nuestros cerebros funcionan con impulsos eléctricos que se cierran entre las neuronas con cada pensamiento y movimiento. La estimulación cerebral, que se ha utilizado durante años para tratar la depresión y las migrañas, son la llave de esos circuitos. El dispositivo no es más que un cable enrollado dentro de una varita. Cuando la corriente eléctrica pasa a través de él, la varita crea un pulso magnético que altera la actividad eléctrica en el cerebro», precisó.
El psiquiatra italiano pensó que los pulsos repetidos podrían activar las vías nerviosas dañadas por los fármacos, como un reinicio en un ordenador congelado. Él y su compañero, el psicólogo neurocognitivo Alberto Terraneo, se asociaron con los científicos estadounidenses para probar la técnica. Ellos reclutaron a un grupo de adictos a la cocaína: Dieciséis sufrieron un mes de estimulación cerebral, mientras que 13 recibieron atención estándar, incluyendo medicamentos para la ansiedad y la depresión. Al final del ensayo, 11 personas que participaron de la estimulación, y tan sólo tres en el otro grupo, estaban libres de drogas.
Salvador Guinjoan destacó que la técnica TMS se viene utilizando en los últimos años en humanos con resultados cada vez más satisfactorios, aunque son preeliminares y todavía no gozan de una evidencia para ser aplicados en forma regular.
«La respuesta de neuromodulación es efectiva en un principio. Y la optogenética, que se está experimentando en animales, podría servir para saber más sobre las actividades neuronales en la corteza prefrontal», concluyó el especialista.
Los investigadores internacionales publicaron sus hallazgos en el número de enero de 2016 de la revista European Neuropsychopharmacology, lo que provocó una ráfaga de publicidad, que atrajo a cientos de usuarios de cocaína a la clínica. Pero advierten que se necesitarán grandes ensayos controlados con placebo para demostrar que el tratamiento funciona y los beneficios duran. El equipo planea realizar más estudios, y los investigadores de todo el mundo están probando la estimulación cerebral para ayudar a las personas a dejar de fumar, beber, jugar, comer compulsivamente y usar los opioides.
Drogas en ascenso
El último informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, hasta 246 millones de personas de entre 15 y 64 años consumieron estupefacientes ilegales, lo que supone una de cada 20 personas de edad adulta. Uno de cada diez consumidores tiene serios problemas de drogodependencia, la mitad de ellos por sustancias inyectables.
+El director general de ONUDD, Yuri Fedotov, estimó que la cifra total de fallecimientos es prácticamente la misma que en años anteriores: más de 200.000 personas en todo el mundo mueren cada año por sobredosis de drogas y enfermedades relacionadas con las drogas, como el VIH, y mueren mucho más por fumar y beber.
Por regiones, Asia registró 81.100 fallecimientos, América del Norte 43.300, África 37.800, Europa 16.900, América Latina y el Caribe 6000, y Oceanía 2000.
Además, unas mil millones de personas fuman, y el tabaco está implicado en las cinco principales causas de muerte: enfermedad cardíaca, accidente cerebrovascular, infecciones respiratorias, enfermedad pulmonar obstructiva crónica y cáncer de pulmón. Casi uno de cada 20 adultos en todo el mundo es adicto al alcohol. Nadie ha contado todavía a gente pegada a los videojuegos, los juegos de azar y otras actividades compulsivas que ganan el reconocimiento como adicciones, aunque cada vez más hay estudios sobre las conductas adictivas en estos ámbitos.
En los Estados Unidos una epidemia de adicción a los opioides continúa empeorando. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades reportaron un récord de 33.091 muertes por sobredosis en 2015 por los opiáceos, incluyendo analgésicos y heroína con receta, un 16 por ciento más que el récord anterior, establecido el año anterior. En respuesta a la crisis, el primer informe del cirujano general estadounidense sobre la adicción se publicó en noviembre de 2016. Se concluyó que 21 millones de estadounidenses tienen una adicción a las drogas o al alcohol, lo que hace que el trastorno sea más común que el cáncer.
Datos alarmante en la Argentina
En nuestro país, la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas, anteriormente denominada Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico, (SEDRONAR), presentó en junio último el Estudio de Consumo de Sustancias Psicoactivas en Población General después de siete años en los que el trabajo no se llevó adelante.
El informe, que encuestó a 20.658 personas de entre 12 y 65 años, representantes de unapoblación total de 18.960.593 personas, arrojó datos alarmantes en torno a la situación de consumo de drogas y alcohol en todo el país.
A partir del estudio, se pudo comprobar el aumento del consumo de sustancias ilícitas y abuso de alcohol en jóvenes de entre 12 y 17 años. El 50% de los menores encuestados probó alcohol en el último mes, lo cual representa a 82.453 niños y adolescentes.
En el último año, se detectaron 2.299.598 nuevos consumidores de alcohol, de los cuales 319.994 son preadolescentes y adolescentes. A su vez, en cuanto a la marihuana, se advirtió un dato preocupante: en comparación al 2010, se duplicó el porcentaje de niños y adolescentes que considera que no es riesgoso fumar marihuana alguna vez. El número se corresponde con 339.864 personas de 12 a 17 años.
El consumo problemático de drogas en menores excede a la marihuana. Comparado a siete años atrás, se triplicó el número de jóvenes que alguna vez consumió cocaína. La presencia del éxtasis, por su parte, aumentó en un 200% mientras que su iniciación en el consumo que antes era a los 16 años, hoy pasó a ser a los 14 y medio.
Entre niños y adolescentes, el consumo de alguna sustancia ilícita se incrementó un 146%. En gran parte se debe a que preadolescentes y adolescentes tienen un fácil acceso a las drogas. Por caso, más de la mitad de ellos manifestó que les sería sencillo conseguir cocaína en 24 horas, lo cual representa a 862.456 personas.
Muchos niños y adolescentes argentinos sienten curiosidad en torno a las drogas. De hecho a 12 de cada 100, es decir 192.648, les genera intriga probar alguna sustancia mientras que 2 de cada 100 ­33.291­ probaría en caso de que se presentara la ocasión.
Otro factor de influencia es el entorno al que está expuesto el joven. Cerca del 40%, equivalente a 630.479 de los niños y adolescentes de 12 a 17 años, declaró tener dos o más amigos o familiares que se emborrachan con asiduidad y más del 25% (398.924) manifestó tener dos o más amigos que consumen drogas.
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