El difícil cambio de hábitos del paciente: obesidad y tabaco

febrero 21, 2017
​En todos los textos dirigidos a orientar al profesional sanitario en el tratamiento de la dislipemia aterogénica (DA), el primer paso a llevar a cabo en aquellos pacientes con marcadores no alarmantes es el de conseguir un cambio en sus hábitos de vida, mucho antes de instaurar una terapia con fármacos.

Fuente: Diario Médico

“Se pone en marcha un tratamiento no farmacológico basado en una dieta con las calorías adecuadas para mantener el peso si está en situación de normopeso y con una cintura abdominal en rango de normalidad, y con reducción calórica en caso contrario”, apunta Juan Ascaso, jefe del Servicio de Endocrinología y Nutrición en el Hospital Clínico Universitario de Valencia.

Esta dieta a seguir conlleva un aumento de la proporción de grasas monosaturadas y poliinsaturadas, de carbohidratos complejos ricos en fibra y con aceite virgen de oliva y frutos secos. “Es decir, dieta mediterránea, con una ligera reducción calórica en caso de obesidad general o abdominal”, concreta el responsable del hospital valenciano.

Lo mismo opina Teresa Mantilla, médico de familia en el Centro Salud Prosperidad (Madrid) y profesora asociada de Medicina en la Universidad Autónoma de Madrid, que añade otras mejoras en el estilo de vida para evitar el avance de la DA: “Normopeso o disminución de un 5 por ciento del peso de partida; ejercicio físico aeróbico y regular adecuado a la edad, situación funcional y cardiovascular del paciente; abandono del tabaquismo; reducción al mínimo del consumo de alcohol o abandono en los casos de hipetrigliceridemia moderada o grave, y control de otros FRCV que se presenten”.

Al mismo tiempo, el profesional debe marcar una serie de objetivos terapéuticos el enfermo y realizar controles que sirvan para mejorar la adherencia a ese tratamiento. “No existe una pauta fija, depende del paciente. Al principio hay que hacerlos con mayor frecuencia, cada mes, tres meses… y una vez que los niveles estén estabilizados puede alargarse el periodo de control, siempre que se haya conseguido el objetivo terapéutico (ver tabla página 5)”, recomienda Ángel Brea, jefe del Servicio de Medicina Interna y miembro de la Unidad de Lípidos del Hospital de San Pedro (Logroño).

Desde el punto de vista de Mantilla, estos controles deben realizarse desde atención primaria. “Es imprescindible el trabajo de la consulta de enfermería para el seguimiento de las modificaciones en el estilo de vida, adherencia y cumplimiento”, apunta. Una opinión compartida por Brea: “La atención primaria está perfectamente dotada, sobre todo por la cercanía que sus profesionales tienen con el paciente, lo que puede influir positivamente en su implicación en ese cambio de hábitos”, comenta Brea, que añade: “Además, de esta manera los controles pueden ser inferiores a un mes para ver su progreso, sin necesidad de hacer análisis, sólo para ver que las medidas que se han implementado se están llevando a cabo”.

Por lo que respecta a los controles analíticos, el responsable del Hospital de San Pedro cree que lo más efectivo es realizar uno al mes durante la primera etapa y, si los niveles se van estabilizando, uno cada tres meses. Si finalmente es necesario introducir fármacos y no aparecen efectos secundarios, la pauta de control inicial puede girar en torno a los dos o tres meses. “A medida que los indicadores estén dentro de parámetros alejados de la zona de riesgo los controles se podrían espaciar más, y hacer análisis una o dos veces al año. No obstante, no conviene espaciarlos tanto para que el paciente no caiga en el olvido y deje de controlar su enfermedad de forma óptima”, asegura Brea.

Según las conclusiones del Día de la Dislipemia Aterogénica 2016, el retrato robot del paciente de DA es el de un hombre de mediana edad, de hábitos sedentarios, con prevalencia a la obesidad y que consume alcohol de forma moderada. En este evento, organizado por la SEA y Mylan, y en el que también participó Diario Médico, se reunieron un centenar de especialistas para poner en común opiniones, conocimientos y recomendaciones clínicas, entre otros aspectos.

Allí se volvió a dar la voz de alarma sobre la epidemia de sobrepeso y diabetes que sufre Europa, una situación que repercute directamente en los casos de DA. En el caso de España, la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertaba en un estudio de 2015 de un importante incremento en las tasas de obesidad hasta 2030: un 30 por ciento de obesidad (hombres, 36 por ciento; mujeres, 21 por ciento) y un 70 por ciento de sobrepeso (hombres, 80 por ciento; mujeres, 58 por ciento). Una tendencia que, en opinión de los especialistas, es necesario corregir.

Según la Guía Clínica para la detección, diagnóstico y tratamiento de la dislipemia aterogénica, las actividades más adecuadas para mejorar los niveles lipídicos que influyen en esta dolencia son las que incluyen el ejercicio de grandes grupos musculares de forma rítmica y continua, y con una intensidad y duración moderadas: caminar, correr, nadar o montar en bicicleta son algunos ejemplos.

Baja ingesta de grasas saturadas, grasas trans y colesterol.

Reducción en la ingestión de azúcares simples.

Moderar el consumo de proteínas.

Otros elementos: Mantener el peso corporal adecuado (IMC entre 19 y 24,9) Reducir el consumo de alcohol.

Controlar el consumo de sal: Grasas saturadas y trans < del 7% de las calorías totales. Grasas poliinsaturadas > del 10% de las calorías totales. Grasas monoinsaturadas > del 20% de las calorías totales. Colesterol < 200 mg/día. Carbohidratos: 50 a 60% de calorías totales. Proteínas: 15% de calorías totales. Fibra: al menos 20 gr/día. Cinco veces al día alguno de estos alimentos: frutas, vegetales o cereales integrales. Balance calórico: adecuar la ingestión y el gasto. Hombre <170 gr/semana; mujer <100 gr/semana. No sobrepasar los 5 gr/día.

El tabaquismo es la principal causa de mortalidad evitable en España. Según la Guía Clínica para la detección, diagnóstico y tratamiento de la dislipemia aterogénica, se relaciona con alteraciones lipídicas, principalmente en el descenso de cHDL. Los grandes fumadores (más de 20 cigarrillos al día) presentan niveles un 15 por ciento más bajos de cHDL comparados con los de los no fumadores. El tabaquismo supuso una fracción del 27,1 por ciento de desarrollar una enfermedad coronaria. El texto también hace referencia a la obesidad, la segunda causa de muerte evitable. Según datos recogidos del estudio Zacaris-I, el sobrepeso supuso una fracción del 42,3 por ciento para desarrollar una cardiopatía isquémica.

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