¿Por qué las drogas no preocupan a nadie y por qué eso no es un problema?

octubre 05, 2016
«Educar a las nuevas generaciones en la información, y habilidades ya señalados, parece una necesidad que nos acompañará siempre».
Fuente: Juan Carlos Melero. https://[email protected]. @jcmelero.

«Una gran part dels effectes, de les expectatives, dels problemes reals o atribüits a les substàncies neix de les visions socials sobre ells». L’universe de les drogues. Jaume Funes.

Hubo un tiempo, felizmente superado, en el que las drogas (“la droga”, se decía) estaban entre las primeras preocupaciones sociales de la población española. Era una época de oscurantismo, de estereotipos, de situaciones sociales nuevas a las que no se sabía cómo responder, de sustancias que nuestra cultura no había aprendido a gestionar, de excesos mediáticos, de profecías autocumplidas… Poco a poco, esta desmesura se fue suavizando. Cambiaron las sustancias, la imagen social de quienes las consumen, accedimos a un mayor conocimiento, entendimos que drogas había muchas y diferentes, al igual que personas que las consumían, y que en buena parte de los casos los problemas (si los había) se quedaban en el terreno personal. Ha sido una evolución de décadas que ha conducido a que hoy solo un 0,1% de la población española, según el barómetro de abril de 2016 del CIS, considere que las drogas son nuestro principal problema. Un indicador que llegó a ser del 49% en junio de 1988, del 35,8% en septiembre de 1993 o del 25,3% en marzo de 1999, según la secuencia histórica que publica el CIS. Hay que remontarse a diciembre de 2004 para encontrar porcentajes superiores al 10%.

¿Esta evolución es negativa?

No lo creo. Probablemente refleja una mayor capacidad de absorción por parte de nuestra sociedad, que ya no es tan fácil de impresionar, de mover hacia miedos imaginarios que los media, el cine y otras vías tan a menudo magnifican (ahora es el turno de las TIC, el enésimo demonio). Sobre las drogas tenemos ahora una percepción más ajustada a la realidad, más racional, más desapasionada, menos moralista. Los consumos de drogas también se van moderando. Si echamos un vistazo al último informe del Plan Nacional sobre Drogas “Estadísticas 2015”, observamos que la tendencia de los consumos entre la población española de 15-64 años es descendente desde 2005 para las categorías “consumo en los últimos 12 meses” (salvo alcohol e hipnosedantes), “consumo en los últimos 30 días” (salvo hipnosedantes) y “consumo diario” (con excepción de los hipnosedantes). Si atendemos al consumo diario, la franja de edad en la que se bebe más alcohol es 55-64 años, en la que más se fuma 45-54 años, en la que más hipnosedantes se toman 55-64 años y en la que más cannabis se fuma 15-24 años, seguida por 25-34 años. Para casi todas las sustancias, exceptuando los hipnosedantes, la edad media de inicio en los consumos es ahora más elevada que en 1995.

¿Esta situación es útil para la prevención?

Así lo creo. Nos sitúa en el plano de la racionalidad en el que la educación puede ejercer su labor. Un plano en el que la prevención tiene lo suyo que aportar: información sobre las drogas y habilidades psicosociales que ayuden a tomar decisiones autónomas y responsables. No entiendo la prevención como actividad orientada a contar milongas para que la gente se abstenga de consumir drogas. La entiendo como una acción educativa que desarrolle entre adolescentes capacidades para vivir de manera autónoma, responsable e informada.  ¿Que habrá quien consuma drogas? Claro. ¿Que habrá menos personas dispuestas a hacerse daño y/o a causárselo a otros? Probablemente. Desproblematicemos las drogas, es decir, saquémoslas del estrecho desfiladero de la moralina y pongámoslas a la luz para conversar sobre ellas con naturalidad, sin ruido ni artificios legales que distorsionen su presencia social.

¿Pero hay que seguir haciendo prevención?

Ciertamente. Sobre todo, dada la precariedad de la que escribí en  Prevención del abuso de drogas: ¿cómo podría funcionar mejor? En todo caso, educar a las nuevas generaciones en la información, y habilidades ya señalados, parece una necesidad que nos acompañará siempre. Al igual que la educación afectivo-sexual, cuya precariedad no le va precisamente a la zaga. Solo que cada vez será más fácil hacer una prevención desapasionada, desmitificadora, en la que se debata sobre realidades y no sobre imaginarios colectivos que, afortunadamente, parecen ir quedando poco a poco atrás.

¿No te parece?

«No se consume solo la sustancia, sino los símbolos que la rodean». La fruta prohibida. Luis Carlos Restrepo.

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