P​ORRO-RECREO

noviembre 16, 2017
Chavales que van fumados a clase
Fuente: CARLOS G.MIRANDA. www.20minutos.es

Ha llegado la hora de que la discusión salga del recreo y la tengan los de arriba. Hace unos días me invitaron a dar clase en una universidad. En el descanso me acerqué a un corrillo de alumnos para conocerles más, pero no estaban muy habladores. Se les notaba nerviosillos, aunque antes de que yo llegara se estaban partiendo de risa. Lo de que se pasaran algo con disimulo por la espalda y el olorcillo a Woodstock me dejó claro que les había pillado fumando un porro. El caso es que yo me sentía más incómodo que ellos, así que me hice el tonto, que eran mayores de edad y yo el profesor invitado, y me fui a la cafetería. Volví a clase con media docena de donuts, por si a alguno le daba un amarillo.

El panorama, según datos de la Encuesta sobre alcohol y drogas en España del Ministerio de Sanidad del 2016, es que un 7,3% de la población ha consumido cannabis en el último mes (el 12,6% son menores de edad). No hay cifras del porcentaje de estudiantes que van a clase fumados, pero he preguntado a unos cuantos profesores y a todos les suena el tema.
En mi época (lo sé, parezco un señor mayor) había unos cuantos que se doblaban el porrorecreo ya desde del colegio. Entraban en clase convencidos de que se les abría la mente, aunque luego las notas decían otra cosa. El tema lo tenía olvidado porque cada droga tiene su edad y a los treinta y tantos los porros son una anécdota del pasado para la mayoría. Alguno conozco que fuma antes de dormir, como premio (o ansiolítico), pero el consumo social para sentir que eres parte del grupo baja tras la adolescencia. Supongo que yo me quedé fuera de unas cuantas pandillas porque los porros no eran lo mío. El CD de Manu Chao me lo prestó un amigo que una vez me lio para que le acompañara a pillar. Me rajé a medio camino, pero casi mejor, porque le dieron una pastilla de Avecrem (también era un pardillo, pero con aspiraciones).
De aquello hace casi dos décadas, pero, generación tras generación, se repiten las mismas pautas de inicio en el consumo. Muchos dicen que el primer paso para cambiarlo sería la legalización que despejaría la criminalidad que rodea al cannabis. Además, su valor terapéutico en numerosas patologías es una realidad documentada y conocida (en la calle se habla menos de las diferencias entre el cannabis recreativo y el medicinal, que parece que las hay) que ha permitido su uso en varios países de Europa. España no está entre ellos, aunque cuenta con más de 800 clubes de cannabis que se acogen a los derechos constitucionales de intimidad y asociación para fumar, pero se mueven en la frontera de la legalidad. Ciudadanos abrió el debate en el Parlamento con la creación de una subcomisión para estudiar la regulación del uso terapéutico, aunque la cosa ha quedado congelada por los representantes de la oposición.
Parece que legalizarlo acabaría con el martirio añadido de los enfermos que acuden al mercado negro para abastecerse, y cerraría mafias (también haría que aparecieran inversores dispuestos a rapiñar lo suyo), pero hay quienes alegan que dar el OK al uso terapéutico disminuiría la percepción del riesgo, extendiéndose aún más lo de «los porros son naturales y más sanos que el tabaco, una medicina no puede ser mala». La realidad es que hay estudios que destacan los beneficios y muchos que demuestran daños cognitivos o el desarrollo de un trastorno psicótico por consumo prolongado (un 40% según Lancet).
Claro que el alcohol también provoca lo suyo y se vende en todas partes. Eso fue lo que me dijeron los alumnos cuando uno de los del porro se durmió y ya me puse en plan señor mayor. Hablando con ellos tuve un flashback porque salieron los mismos argumentos a favor y en contra con los que hace 20 años se debatía en mi clase. El tema sigue estanco quizás porque las políticas criminalizadoras han fracasado, aunque a ver cuáles se podrían aplicar para solventar necesidades sin dar a luz nuevos problemas. Sean las que sean, ha llegado la hora de que la discusión salga del recreo y la tengan los de arriba.
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