Diciembre, mes de las recaídas

Fuente: www.latimes.com. MARÍA ANTONIETA JUÁREZ A.

Diciembre es un mes de celebraciones y fiestas, para muchas personas son fechas muy especiales, ya sea por las reuniones con familiares y amigos, o por los viajes que millones emprenden para visitar a sus familias, regalos, abrazos y platillos especiales.

Sin embargo, todo tiene dos caras, muchos otros están viviendo la pérdida de un ser querido, o conviviendo con uno o varios adictos en la familia. Para ellos, no hay feliz Navidad.

Por si todo esto fuera poco, el clima invernal afecta emocionalmente a millones de personas, algunos se sienten melancólicos y otros llegan hasta la depresión, esto afecta también al adicto, y puede ser un motivo para recaer.

La Navidad y el fin de año, son como un río que nos arrastra, las calles se llenan de vehículos y los centros comerciales están a reventar, hay una efervescencia en el ambiente que es difícil ignorar.

Para Paco, esta será una buena Navidad, “Por lo menos no ando ni drogado, ni alcoholizado”, dijo nuestro amigo, con cierto orgullo y agregó: “Cuando andas activo, no te importan los abrazos ni las reuniones familiares, por el contrario, aprovechas la confusión y, a río revuelto, ganancia de pescadores”.

“En estas fechas, siempre estaba dispuesto a hacer mandados, la gente anda tan distraída que no sabe ni donde pone el dinero, mi madre y mis hermanas dejaban un billete o algunas monedas sobre el tocador o la cocina y en un abrir y cerrar de ojos, desaparecían. Mis contactos hasta me daban crédito, porque sabían que yo era un experto en desfalcar a mi familia”.

Paul nos comenta, que para él, diciembre era el mes de sus recaídas más profundas: “En mis primeros intentos por dejar el vicio, no le encontraba sentido a una fiesta sin alcohol y droga, era mi forma de divertirme, así que para pasar, según yo, una feliz Navidad, volvía a consumir, pero cada recaída era peor, empezaba y ya no podía parar hasta varios meses después, hasta que la última vez, me seguí de largo dos años seguidos”.

“Como ya se me había hecho costumbre agarrar la parranda, mi familia decidió enviarme a un centro de rehabilitación, antes de que llegará Navidad. Como se pueden imaginar, me resistí, hice promesas, juré que no volvería a consumir, pero mis pretextos no me sirvieron de nada. Cuando mi mente se aclaró, empecé a extrañar a mi familia, pero tuvieron que pasar seis meses antes de volverlos a ver y casi un año para salir de mi encierro. No me quejo, la verdad me trataron muy bien, pero sobre todo, me dio tiempo de valorar lo que tenía. Al salir ya nada fue igual, ni mi familia, ni yo”.

“Este año lo he pasado limpio, tuve muchos pretextos para volverme a drogar, se murieron dos adictos amigos míos, mi esposa se cansó de esperar y, mi niña, le dice papá a otro que ocupa mi lugar. No sé si volveré a recaer, le pido a Dios que me de fuerza para mantenerme limpio y vivir, solo por hoy”.

Efectivamente, para muchas familias es un alivio saber que sus seres queridos están internados, ese es el caso de Aurora: “Aunque suene extraño, me da tranquilidad saber que mi hijo está en la cárcel, por lo menos ahora sé dónde está y puedo ir a verlo, antes vivía con la angustia de que me lo mataran. No sé qué pasará cuando él salga, según dice, ahora sí se pondrá a trabajar honestamente; quiero creerle, pero no me hago expectativas”.

 

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