ENCERRADOS EN PLENA LUCHA CON EL ALCOHOL

Fuente: www.diariodeleon.es.

Hay 160 personas en tratamiento por alcoholismo en Beda Bierzo obligadas a
suspender la terapia presencial y estar confinadas en casa con el riesgo de no
saber afrontar la apetencia y recaer.

Para nadie es fácil el confinamiento. La orden de permanecer en casa obliga a reorientar
la rutina y a redescubrir partes de uno mismo hasta ahora olvidadas, también de
aquellos con quienes se convive entre las mismas cuatro paredes que ahora son el único
universo. No es fácil para nadie, pero mucho menos para quienes tratan de superar una
adicción y se encuentran en un momento delicado desde un punto de vista psicológico y
emocional. El Centro de Tratamiento del Alcoholismo de Beda Bierzo atiende,
actualmente, a 160 personas en distintas fases del programa. 160 hombres y mujeres
que decidieron poner freno a su adicción al alcohol —no pocas veces combinado con
otras sustancias— y que ahora se han visto forzados a dejar la terapia tal y como está
concebida: presencial y directa, también con sesiones en grupo que permiten reforzar la
seguridad y la confianza de los usuarios.
Bien es cierto que Beda mantiene la comunicación con sus pacientes a través del
teléfono y el correo electrónico, con vídeo llamadas y en redes sociales, pero la pérdida
del contacto presencial es un handicap importante, sobre todo para quienes están en las
primeras fases de tratamiento. Carlos, Paula y David son tres ejemplos que permiten
conocer diferentes caras de una misma moneda.
Para el primero, la obligación de estar confinado en casa ha sido un respiro que le ha
permitido tomar distancia del sector de la hostelería al que siempre ha estado ligado,
poder ordenar su vida y descubrir de nuevo todas las cosas simples y esenciales que
había dejado de lado. Para Paula, la experiencia tampoco está siendo difícil. Ella está en
un punto avanzando, a gusto consigo misma. También sus hobbies, ligados a la creación
artística y factibles dentro de casa, le permiten evadirse. Medita como vía de escape y
gestiona perfectamente los cara a cara consigo misma. Diferente es la situación de David
que, con un cuadro de ansiedad más marcado, enfrenta el día a día dentro de casa con
mayor dificultad, sin poder coger la bicicleta con la que conseguía aplanar esa sensación
de agobio y con la única compañía de su perro que es, además, el que le permite tomar
aire en cada paseo.

Once, diez y ocho meses llevan en tratamiento por alcoholismo estas tres personas.
Puede decirse que ya están en una fase avanzada de un programa que tiene una
duración media de 24 meses, aunque varía en función de cada caso. En este tiempo y
pese a que alguno de ellos ha sufrido una recaída, han tomado conciencia plena del
problema y ganado la fuerza suficiente para seguir adelante. Pero no todos están en su
misma situación, por eso los tres reconocen la dificultad de un momento como el actual
para respetar la abstinencia y lo difícil que se puede hacer convivir con la ansiedad y
todas las emociones a ella ligadas, como la ira. Los tres coinciden en señalar que ahora
mismo habrá muchas personas que se habrán dado cuenta de que la relación que
mantienen con el alcohol es, en realidad, una adicción.
La psicóloga de Beda Bierzo, María Bretaña, explica que el modo en el que una persona
con problemas de alcoholismo se enfrenta al aislamiento domiciliario y a la suspensión
de la terapia depende ya no solo de la etapa del tratamiento en la que se encuentre, sino
también de otros factores como la forma de beber o sus situaciones de riesgo. «Las
personas que acaban de empezar la terapia y están consumiendo alcohol llegan al
aislamiento sin saber muy bien como afrontar la apetencia. En este caso, es muy
importante que sigan el tratamiento farmacológico prescrito y que están supervisadas
por la familia para evitar un posible síndrome de abstinencia alcohólica», explica Bretaña.
Para enfrentar la ansiedad y el miedo que suelen darse en «esta situación de peligro e
incertidumbre» sin recaer en el consumo de alcohol, la psicóloga de Beda aconseja
«practicar otras respuestas más saludables», como expresar el malestar o hacer
relajación. También es importante aprender a hacer uso del tiempo libre. «El abuso del
alcohol suele llevar al abandono de actividades y acciones, a la desgana. No saber cómo
aprovechar parte de este tiempo libre que tenemos ahora con actividades que nos
resulten agradables y nos entretengan puede aumentar el riesgo de beber», asegura
María Bretaña. Por eso, es importante establecer rutinas y planicar el día y eso es lo que
hacen Paula, Carlos y David.
A sus 56 años, Carlos se enfrenta a su segundo tratamiento. Concluida la primera terapia
estuvo un año sin beber pero recayó y dos años después de ello tomó la determinación
de buscar ayuda de nuevo. En terapia desde mayo, hace dos meses que tuvo una nueva
recaída y ya venía pensando en la idea de alejarse de su día a día ligado al sector
hostelero desde hacía un tiempo. El confinamiento ha precipitado esa decisión y lo
asume como parte del tratamiento. «Este tiempo me está sirviendo para acercarme a mi
familia y a mí mismo y para pensar. Estoy haciendo cosas que había abandonado, como
leer, hacer ejercicio y hasta trabajos de albañilería», relata.
«Creo que hay mucha gente que no sabe estar sola, enfrentarse a sí misma. Ya no es
solo el problema del alcohol. La base es saber estar sin hacer nada, tener tiempo de
introspección para enfrentarte a tus problemas. El confinamiento te obliga a ello y tienes
que buscar el modo de hacerlo y también de evadirte. La situación actual lo dificulta
todo, especialmente para quienes estén al inicio de la terapia, que es cuando más ayuda
conjunta necesitas, cuando una persona no puede hacerlo sola», explica Paula,
considerando que quienes estén en una situación de este tipo pueden aprovechar la
tesitura para «tomar conciencia del problema». Y una forma de evadirse —asegura— es
«escribir cada uno cómo se siente y qué metas quiere alcanzar».
A David, que ronda la treintena, lo que le ayuda a seguir y esquivar cualquier
pensamiento negativo que le conduzca de nuevo al alcohol es el ejercicio y la compañía
de su perro. Inició el tratamiento en agosto del pasado año y antes del confinamiento ya
estaba de baja por ansiedad. La obligación de permanecer en casa ha contribuido a
empeorar ese estado, sobre todo al tener que prescindir de las salidas en bici que cada
mañana le ayudaban a descargar la cabeza. «El miedo a recaer está ahí», arma. Él
también es reincidente. Había estado dos años sin beber después de dejarlo por sí
mismo, pero volvió a caer en el consumo de alcohol y Beda ha sido su tabla de salvación.
«La cabeza es nuestro principal enemigo», dice. Por eso, es crucial tenerla ocupada y con
tantas horas muertas en el horizonte, eso no es fácil de hacer. «Hago ejercicio para
cansarme, porque me cuesta mucho dormir. Intento tener una rutina pero no es fácil»,
apunta.
Retomar la terapia con Beda, aún de manera telefónica, ha sido un alivio para muchos de
sus pacientes. Por eso, el centro de tratamiento trabaja ahora para recuperar la terapia
grupal a través de videoconferencias simultáneas en las que puedan seguir
compartiendo experiencias.

 

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