Entrevista a la Directora General de Políticas Sociales en Adicciones de la Ciudad de Buenos Aires

Fuente: www.lasdrogas.info.

Entrevista a Jesica Vanesa Suárez, Directora General de Políticas Sociales en Adicciones de la Ciudad de Buenos Aires

“El consumo de sustancias muchas veces es multicausal y no solo es el vínculo que la persona establece con una sustancia, sino que también se da por factores sociales, familiares o laborales”. Marta Saiz – Ciudad de Buenos Aires (Argentina).

En la tercera planta del edificio del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat de la Ciudad de Buenos Aires, en el barrio Villa Lugano, se encuentran las oficinas de la Dirección General de Políticas Sociales en Adicciones. Este órgano, que funciona de manera autónoma en la ciudad, tiene como directora a Jesica Vanesa Suárez, quien lleva más de 20 años trabajando en el campo de las adicciones; como ella dice, prácticamente el cien por cien de su vida. Psicóloga de profesión y con formación en antropología social y política, comenzó su labor en centros de tratamientos, en políticas de abordaje de consumos problemáticos, y con jóvenes privados de la libertad y en alternativas a esa privación. También ha trabajado a nivel nacional en el tema del tratamiento y la prevención de las adicciones. “Empecé a trabajar en cárceles, armando un grupo de teatro y generando el acceso a las personas privadas de la libertad de este bien cultural fuera de la prisión. Esto me generó muchas preguntas sobre cómo una persona llegaba a estar privada de la libertad: qué pasaba en su contexto familiar, comunitario… y de ahí me vinculé a un proyecto con personas consumidoras de pasta base en un barrio muy vulnerable de la ciudad de Buenos Aires”. Para Suárez, fue ese espíritu de acompañar a otras personas lo que la llevó a continuar en esta labor, siempre desde un enfoque social y de derechos humanos.

Pregunta. ¿Cuál es el trabajo de la Dirección General de Adicciones?

Respuesta. La Dirección General de Políticas en Adicciones de la Ciudad de Buenos Aires forma parte del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat. Dentro de esta dirección tenemos dos grandes áreas: prevención y abordaje comunitario, y tratamientos de integración social. Empezando por el final, la integración social es un eje muy importante en las políticas que trabajamos, ya que la población que llega a nuestra consulta está en situaciones de muchísima vulnerabilidad social. Por lo tanto, no solo pensamos en ofrecer un tratamiento o un servicio desde lo sanitario, sino también en hacer lazos con los otros derechos que se están vulnerando más allá de la salud, con un enfoque de derechos humanos. Luego está todo el eje de prevención que dividimos en tres grandes áreas. La primera es en el ámbito educativo con el Ministerio de Educación, a través de programas para docentes que luego trabajan con los y las estudiantes en las escuelas. Después está el ámbito de las actividades culturales que se generan en la ciudad como los festivales, donde consideramos que es muy importante realizar un trabajo preventivo; es decir, que las personas que vayan a esas fiestas tengan información y se puedan realizar actividades de cuidado. La última área de prevención sería la comunitaria, donde existe la relación con las organizaciones de la sociedad civil, pues muchas están en barrios donde hay una alta vulnerabilidad social. Además de estos ámbitos, también trabajamos con el deporte, con clubes grandes y pequeños. Y en el tema del abordaje comunitario tenemos dispositivos en diferentes barrios, donde se crea un lazo con la comunidad desde las redes del trabajo territorial y en el que ofrecemos varios servicios y talleres. Por otro lado, están los servicios de tratamiento si la persona nos los demanda y una línea de atención telefónica las 24 horas todos los días. Además de toda la parte de integración social, donde estamos en articulación con las áreas del ministerio al que pertenecemos.

P. ¿Cuál es la situación actual de Argentina en cuanto al tema de adicciones?

R. Justamente en agosto de este año se publicó un estudio del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos junto a la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina (SEDRONAR), que destacó un aumento en el consumo de alcohol y marihuana. El de alcohol subió tres puntos en mujeres y cuatro en hombres, y el de marihuana aumentó siete puntos en mujeres y diez en hombres. Este dato del consumo de marihuana llama bastante la atención y, si bien es un estudio y se publicaron los datos preliminares, uno de los análisis que se pueden hacer es que bajó la percepción de riesgo en relación con el consumo de esta sustancia. Aunque todavía no está el estudio completo, lo que vemos también a nivel de ciudad es una mayor demanda de consultas por algún consumo que preocupa.

P. ¿Cree que el aumento de los consumos problemáticos se debe a la situación de crisis económica que sufre el país?

R. Yo creo que en ciertos sectores donde existe vulneración social, muchas personas encuentran en ese consumo un espacio de satisfacción, de vincularse con otras personas y de encontrar algún escape ante situaciones muy críticas. En algunos barrios de la ciudad de Buenos Aires donde hay mucha vulneración, lo que se encuentra es el consumo de pasta base de cocaína en poblaciones en contexto de calle. Entonces vemos que en estos contextos sí se empiezan a agravar los consumos. Y hay otros tipos de consumos donde la persona también tiene otras dificultades asociadas a la salud y el acceso a los servicios o a la alimentación. Cuando llega una persona que durante muchos años ha estado en esa situación de vulnerabilidad, lo que encontramos es una complejidad muy alta, donde el consumo es un factor más.

P. ¿Y qué elementos diría que han provocado el aumento del consumo de ciertas sustancias durante los últimos años?

R. Aunque el país hace tiempo que está en una situación crítica económicamente, en este último tiempo se ha agravado muchísimo. La pandemia dejó a muchas personas en situación de precariedad. Durante el abordaje de la emergencia sanitaria, vimos esa situación de las personas que se sostenían con trabajos muy informales y que en ese momento no tenían cómo conseguir un plato de comida. Entonces empezamos a armar bolsones con alimentos y artículos de protección a las familias, se hacían testeos en los barrios y acercamientos de personas en situación de calle a los centros sanitarios. Se llevaron a cabo varias políticas, pero una vez que se salió de la pandemia, esas políticas empezaron a tomar otro enfoque y volvieron cada una a su ámbito. Esto desembocó en que esa asistencia tan grande dejó de estar, mientras que a la población le costó mucho más volver a los circuitos laborales. Además, a nivel nacional la inflación se ha disparado, lo que hace que muchas personas cada vez estén más abocadas a la vulneración social. Creo que, ante esta situación, lo que toca es un proceso de reconstrucción social y económica para volver a generar equidad, o al menos para estar más cerca de generar esa equidad.

P. ¿Cómo se trabaja el tema de las adicciones en un país con tantas diferencias económicas, sociales y culturales entre las regiones?

R. Argentina es un país federal donde hay una política rectora, que es la política nacional, pero donde cada una de las 24 jurisdicciones (23 provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires) define sus políticas territoriales en términos de adicciones. Los datos que decía sobre el estudio anterior son a nivel de población nacional, o sea, que entendemos que el incremento ha sido en todas las jurisdicciones, aunque particularmente todavía no tenemos la información puntual de cada una. Igual, el fenómeno del aumento del consumo de determinadas sustancias es compartido con otras jurisdicciones. Y coincidimos en estas problemáticas de salud mental vinculadas a consumos que se empiezan a visualizar, especialmente tras la pandemia.

P. ¿Trabajáis con un enfoque de reducción de daños?

R. Trabajamos con distintos enfoques, siendo el principal el de derechos humanos. Creemos importante ver las necesidades que tiene una persona y construir con ella un plan de abordaje, de la misma manera que es primordial observar desde los cuidados como hacemos la prevención. Quizá no vamos a poder evitar que una persona consuma una sustancia, pero sí podemos dar información, o ciertas líneas de trabajo, para que si decide consumir no se ponga en riesgo. Por lo tanto, sí que entendemos la prevención desde ese enfoque de cuidado y de reducción de riesgos y daños. Trabajamos con instituciones que tienen un enfoque más abstencionista y con otras que tienen el de reducción de riesgo y daños, en función de lo que necesita la persona en cada momento. A veces no es una opción para alguien dejar de consumir y no por eso le vamos a cerrar las puertas de un espacio de tratamiento. Sin embargo, antes de venir a nuestro servicio existen otros muchos dispositivos comunitarios que tenemos en los barrios en articulación con organizaciones de la sociedad civil, donde se realizan los primeros abordajes. De hecho, trabajamos con la sociedad civil en estos dispositivos comunitarios y también en dispositivos de tratamiento residencial, donde tenemos toda una red de servicios propia del Estado y otra que está en cogestión con la sociedad civil.

P. ¿Por qué es importante que el trabajo en adicciones y consumos problemáticos de sustancias esté vinculado a las políticas sociales?

R. Para mí es importantísimo entender que el consumo de sustancias muchas veces es multicausal y no sólo es el vínculo que la persona establece con esa sustancia, sino que también se da por factores sociales, familiares o laborales. Al integrar el área de adicciones dentro del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat, se pueden cruzar todas esas políticas y mirarlo desde un enfoque sociosanitario y no solo sanitario.

P. Recientemente han sido las elecciones presidenciales y a nivel de las diferentes jurisdicciones ¿Las adicciones o consumos problemáticos son temas que se abordan en los debates electorales?

R. En el debate a nivel nacional no se puso el tema sobre la mesa, pero sí se habló en las elecciones a la Ciudad de Buenos Aires, especialmente sobre las políticas para llevar adelante y el refuerzo del sistema sanitario en relación con la respuesta. Lo que ocurre es que en muchas ocasiones las personas que consumen sustancias son excluidas del sistema de salud, que debería incluir una temática en adicciones. Desde el área de políticas sociales podemos trabajar en todo lo que son los abordajes comunitarios, prevención, temas de laboratorio o la integración social, pero una internación la tiene que hacer el sistema sanitario.

P. El que las personas consumidoras estén excluidas del sistema sanitario y otros sistemas tiene mucho que ver con las narrativas y la estigmatización de una gran parte de la sociedad hacia ellas. ¿Cómo se revierten estas narrativas?

R. Cambiar la narrativa es un trabajo que requiere mucho tiempo. La barrera principal que encuentran las personas consumidoras es la estigmatización, por esta razón muchas veces no se acercan al sistema de salud ni a ningún otro servicio, porque lo primero que se ve de esa persona es que es una “drogadicta” que ya vino un montón de veces, que “molesta” y que usa la plata para comprar drogas. Por lo tanto, el trabajo para revertir estas narrativas debe ser sistemático y de mucho tiempo, con campañas de sensibilización hacia la población y servicios que sean accesibles para las personas usuarias, que no sientan que las echaron. Hay que trabajar con los servicios en sensibilizar y con las instituciones en cuanto a las barreras de acceso.

P. En el caso de mujeres consumidoras, muchas de ellas no acuden a los servicios por la falta de tiempo, al tener el rol de los cuidados, o por la estigmatización que sufren. ¿Cómo es el trabajo con ellas?

R. Tenemos un programa específico para mujeres, mujeres embarazadas y mujeres con hijos. Para una mujer las barreras son más altas, primero porque se las juzga más y porque no van a ir a un tratamiento por miedo a si les quitan a sus hijos. Lo que hicimos para garantizar el acceso a los servicios es que puedan venir con sus hijos e hijas y que, mientras ellas hacen el tratamiento, los menores se quedan en espacios lúdicos y de cuidado. También hay un servicio residencial de mujeres que pueden ir con sus hijos cuando la situación de consumo es realmente severa. Garantizamos que el cuidado no sea una barrera más de acceso. Igualmente, a nivel cultural hay que trabajar el tema de los consumos en mujeres, especialmente las que tienen un rol de cuidado, ya que se tiende a juzgarlas como malas madres. Algo que no ocurre con los hombres, ya que en el caso de que en una pareja hombre y mujer consuman, él puede ir a tratamiento sin riesgo a que le quiten la custodia de sus hijos. Es importante poder sensibilizar y ofrecer servicios que sean sensibles en este tema, porque si una mujer se acerca y lo primero que aparece es toda esta estigmatización, no volverá nunca más.

P. ¿Cómo acercan los servicios a la comunidad y especialmente a las personas jóvenes?

R. En nuestros servicios comunitarios el enfoque no es esperar a que las personas lleguen, sino que es salir con propuestas a la comunidad. Se hacen salidas, se participa en reuniones de red local con las organizaciones presentes y se realizan eventos abiertos para toda la población, no solamente para las personas consumidoras. Se han organizado recitales, ferias con las personas emprendedoras locales y conciertos de música. De hecho, hace poco se organizó un concierto de un chico famoso del barrio que atrajo a muchos jóvenes, que de otra manera no se hubieran acercado. También realizamos talleres de música con diferentes instrumentos, donde no importa si la usuaria consume drogas, si consumió o si quiso dejar de consumir, ya que nuestra idea es convocar, transformar y ser un lugar de referencia para las personas del barrio. Igualmente, hacemos salidas donde nos acercamos a las personas con comida, productos de higiene y donde aprovechamos para charlar e invitarlas, porque con muchas pasan meses en los que no las volvemos a ver. Es un trabajo muy de hormiga, pero que tiene que ser muy sistemático. Hay dispositivos que existen desde hace muchos años y que ya son lugares convertidos en referencia territorial.

P. Por último, el edificio del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat está ubicado en la periferia de la ciudad, cerca de las comunidades donde trabajan. ¿Sería este un ejemplo de cómo las políticas públicas deben bajar a los territorios?

R. Que el edificio esté en este barrio hace que tengamos un vínculo y una conexión desde lo cotidiano. Muchas de las personas del barrio trabajan aquí y han hecho emprendimientos locales de venta de alimentos y cooperativas. De hecho, el ministerio armó una cocina comunitaria para que las distintas personas emprendedoras tuvieran un lugar con todas las pautas para cocinar y hacer venta de sus productos. Desde la mirada social es muy importante que todas las personas tengan acceso a los servicios y que estemos allí, especialmente en los barrios populares donde la gente necesita más, ya que vivimos en una ciudad muy desigual. Es nuestra responsabilidad estar allí y dar una respuesta desde lo preventivo en espacios culturales, pero también garantizar el acceso a la salud para quienes no tengan un trabajo formal o un seguro privado. Es importante estar cerca y con políticas integrales, porque si separas la política de adicción del resto, lo que haces es dar respuestas fragmentadas.

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