​A​DICCIONES EN ASCENSO

junio 11, 2018
El consumo de estas sustancias adictivas puede generar a futuro enfermedades mentales como depresión, ansiedad o psicosis

Fuente: www.rionegro.com.ar

Las preocupantes estadísticas sobre adicciones y consumo de drogas entre la población rionegrina encendieron las alarmas de todos el sistema de salud pública, y debieran generar una preocupación mayor por establecer políticas de Estado más consistentes para enfrentar el problema.

Según el último muestreo del Sedronar, en la provincia el consumo de alcohol y tabaco supera la media nacional; mientras que el de marihuana y cocaína iguala los índices de ciudades como Córdoba o Rosario. Al mismo tiempo, advierte que la edad para consumir sustancias estimulantes, legales o no, es cada vez menor, generando preocupación por los efectos que esto pudiera tener en la conducta y aprendizaje de los adolescentes y jóvenes. El consumo de estas sustancias adictivas puede generar a futuro enfermedades mentales como depresión, ansiedad o psicosis, señalaron los expertos y autoridades que difundieron el informe. El tabaco y el alcohol fueron las sustancias cuyo consumo empieza a más temprana edad (un promedio de 16 años) y la marihuana y cocaína comienzan un poco más tarde; la problemática abarca a adolescentes de aun más corta edad y llega a extenderse hasta los 65 años.

Es saludable que Río Negro pueda contar con información más confiable respecto de esta problemática. La creación de la Agencia para la Prevención y Asistencia ante el Abuso de Sustancias y de la Adiciones, en el 2016, es un intento por centralizar los esfuerzos de asistencia integral, capacitación de operadores y coordinación de espacios de contención y recuperación con los municipios. Al mismo tiempo, con la Secretaría de Narcocriminalidad, el gobierno buscó una mayor participación en la lucha federal contra el tráfico, en especial en el combate al narcomenudeo.

Si embargo, aún resta mucho por hacer en la provincia. Como refleja el estudio, no es sólo un tema de “la juventud” sino que desde niños hasta adultos mayores, sin distinción de género, se ven envueltos en el consumo compulsivo de sustancias, legales o ilegales. Por ello, es necesario perfilar correctamente las estrategias de prevención en cada sector y los esquemas de intervención, ya que la adicción suele ser policausal, con incidencia de factores psicológicos, socioambientales, culturales y afectivos, que hacen necesario un abordaje integral.

Por ejemplo, nuestra provincia todavía no cuenta con suficientes centros de atención integrales para adicciones severas, con espacios destinados a la internación, aunque sí hay experiencias regionales, como ocurre en Viedma. También hay valiosas iniciativas que implican al sector privado y comunidades terapéuticas sin fines de lucro, que buscan llenar este vacío. Los espacios de Salud Mental de los hospitales también se ocupan de la problemática, pero se encuentran desbordados por el crecimiento exponencial de la demanda y la escasez de recursos y personal especializado para abordarla. En ciudades importantes como Bariloche, los operadores de organizaciones relacionadas a la niñez y adolescencia vulnerables han denunciado la desactivación de espacios de contención y rehabilitación. La necesidad de espacios de rehabilitación con lugares destinados a alojamiento, que permitan el trabajo interdisciplinario con personas con adicciones graves, quizás requiera de alguna reforma a la actual ley de Salud Mental. En su informe del 2017, la Defensoría del Pueblo señala que en los casos que se derivan pacientes a otras provincias, por falta de sitios en la provincia, “la falta de acompañamiento integral del paciente y su familia durante la internación y luego la externación produce la reincidencia en el consumo de los pacientes con el irreversible daño para su salud e impacto para el grupo familiar”.

Como se ve, la provincia está aún lejos de afrontar como debiera este alarmante incremento de adicciones, que representan uno de los problemas más serios de salud para su población. Serán necesarios más recursos y políticas públicas más integrales y consistentes, tanto en la prevención como en el tratamiento para las personas y familias afectadas por este flagelo.

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