DROGAS: ¿DÓNDE ESTÁ EL PADRE?

junio 05, 2018

«Atiendo jóvenes que buscan un padre o a padres. Están con ellos, pero éstos son solo «niños que juegan» con ellos a drogarse»

Fuente: Juan Alberto Yaría. www.laprensa.com.ar

Cuando tratamos a pacientes dependientes a sustancias o sea aquellos que tienen un comportamiento compulsivo y no pueden dejar la obsesión por consumir analizamos siempre una vieja fórmula pero que sigue siendo actual en donde hay tres elementos que inter­retro­actúan entre sí: tipo de personalidad y su historia evolutiva y de aprendizajes, las sustancias con su poder de daño tóxico sobre los sistemas orgánicos y psicológicos y el contexto (familiar, social, cultural) que rodea al paciente que pide ayuda.

Cada vez más me interesa el contexto. Atiendo jóvenes que buscan un padre o a padres. Están con ellos, pero éstos son solo «niños que juegan» con ellos a drogarse. Padres cómplices, «pares» con sus hijos, adolescentes ellos. El plato de los postres es la comida tóxica que se comparte.

Jorge acude hacia mí con sus padres. Me pide hablar a solas. Tiene la actitud del vencido y me cuenta su ritual de muerte diario con crack, cocaína, marihuana, alcohol, LSD y en fin todas las que aparecen en las góndolas de esta post­modernidad decadente. Cuando le pregunto con quién consume me afirma que lo hace con «todos». Quedé sorprendido por la respuesta y le re­pregunté y me afirma que los padres están separados desde siempre, pero consume con ellos, con sus hermanos y primos. Uno de ellos murió de sobredosis. Familias de clase media alta, pero en extinción por sus pasiones mortíferas. Me sorprende la ternura de Jorge…está a la búsqueda de un límite sanador, un horizonte que le permita vivir y llegar al cementerio en la vejez y no morir entre delirios y alucinaciones en una fría sala de Hospital como un «anónimo» más. Oscar se acerca a mí y no quiere tratarse porque si bien él se reconoce consumidor dependiente le grita al padre que él lo inició en el consumo de marihuana. El padre le dice que no pudo controlarlo y él si lo controla, aunque me reconoce que ya no puede estar sin consumir el «porro» para dormir y que sus energías cognitivas se han deteriorado.

Ernesto me sorprende por la pelea que tiene con el padre ya que discuten sobre la posesión de una botella de aceite de cannabis que estaba en la heladera y desapareció. Este aceite es un «curalotodo» para este grupo familiar mientras que el dolor es una excusa para vivir en un «para-mundo» aunque sea por unas horas. Así puedo seguir mencionando esta nueva «clínica» del consumo familiar. Son varios y los atendemos en conjunto.

LA BUSQUEDA DEL PADRE

Me recuerda esto a Telémaco hijo de Odiseo que en la Odisea encarna al joven que espera al padre. Es el mito griego de un joven al que le hace falta un padre. Mira al horizonte del mar y espera al padre para ordenar su casa y las polis. La demanda no es de Poder y de disciplina sino de testimonio.

Se buscan padres testigos que a través del testimonio permitan encontrarles un sentido a sus vidas.

Los hijos de hoy parecen ser los nuevos «Telemacos». Miran nuestros hijos el horizonte esperando la función paterna. Necesitan un padre y ésta es la demanda acuciante de hoy. Mientras la «progresía» discute en las Cámaras la liberación de la marihuana los jóvenes se ríen de este mundo adulto decadente ya que la marihuana es solo un ingrediente del «combo» actual de drogas.

No hay que añorar al padre­padrone (padre patrón) sino al padre que permita heredar algo o sea que transmita la ley de la Palabra, que la vida no es violencia contra sí o contra otro. Sin transmisión no hay filiación. Hoy nuestros hijos­pacientes están desheredados porque no le hemos transmitido la palabra.

«120 DIAS DE GOMORRA»

Con la caída de la transmisión simbólica como fenómeno masivo en la sociedad surge la abulia, la depresión, la búsqueda ciega de la satisfacción, la tolerancia frente al delito, el desprestigio del esfuerzo y el trabajo, así como la hipertrofia del Yo que se suicida diariamente como los nuevos narcisos. Mundo de esclavos que creen haber encontrado la libertad mientras ya no pueden esconder sus obsesiones y compulsiones de consumo. Parece haber terminado el ciclo del cineasta y poeta Pier Paolo Pasolini «todo es bueno cuando es excesivo» (1921-­1975). Así no encontramos salvación.

En los «120 días de Gomorra» (1975) el hombre se agota en un sadismo sexual como pura transgresión como culto al placer y al puro derroche. Exhibición del exceso como afirmación de una ley que rechaza todo límite.

El mundo que anuncia ya críticamente Pasolini era el del erotismo desenfrenado, la pornografía, el pansexualismo, el sadismo y la degradación humanas. Caen todos los ideales en la anti­cultura del exceso pero también ya no tenemos brújula o sea norte, sentido para nuestras vidas.

MÁSTER DE FORMACIÓN PERMANENTE EN PREVENCIÓN Y TRATAMIENTO DE LAS CONDUCTAS ADICTIVAS.

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