Los niños son más ansiosos, y los adolescentes, más depresivos.

Fuente: elpais.com. ENRIQUE ALPAÑÉS.

Así influye la edad en la salud mental: los niños son más ansiosos, y los adolescentes, más depresivos

Un análisis con datos hasta la pandemia señala la existencia de una crisis en la salud mental de los jóvenes, pero falla al analizar los motivos externos que puedan explicarlo

Ser joven suele ser un factor positivo al hablar de salud. Pero las cosas cambian radicalmente al poner el foco en la salud mental. Un nuevo análisis basado en los datos del Estudio de la Carga Global de las Enfermedades o Global Burden of Disease Study (GBD, en sus siglas en inglés) de 2019, revela que los trastornos mentales lastran la vida de la población de cinco a 24 años. Uno de cada 10 niños y jóvenes de esta edad (o lo que es lo mismo, 293 millones en todo el mundo) convive con al menos un trastorno mental diagnosticable, según un estudio publicado hoy en la revista JAMA Psychiatry.

“La salud mental de los jóvenes de todo el mundo está en crisis”, explica en un editorial asociado a la investigación David C. Saunders, psiquiatra infantil de la Universidad de Columbia, Estados Unidos. Las cifras que señala el estudio están en consonancia con los datos que se manejaban sobre la prevalencia mundial de los trastornos mentales en jóvenes, que se sitúan en el 13,4% en niños y adolescentes hasta los 18 años. Sin embargo, este estudio desagrega por grupos de edad y sexo, mostrando grandes diferencias según la enfermedad. En estos temas, la edad importa. Así, la ansiedad predomina en el grupo de 5 a 9 años, mientras que los trastornos depresivos son más prevalentes en los grupos de 15 a 19 años y 20 a 24 años. El sexo también es determinante. Así, los hombres son más propensos a sufrir problemas de alcoholismo o abuso de drogas, mientras que la ansiedad, la depresión o los trastornos de la alimentación tienen mayor prevalencia entre las mujeres. En otras enfermedades donde el condicionante social no es tan claro, como en la esquizofrenia o el trastorno bipolar, apenas hay diferencias.

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